Entre gustos y sabores

El imperio de los 5 sentidos (parte II)

¿Entrenar la lengua? Pues sí. Y es que al igual que muchas cosas de la vida, el entrenamiento y la práctica no sólo hacen la diferencia, sino que ayudan a transformar a tu pareja el mejor de los manjares

PERLA CRESPO-IZAGUIRRE


Si bien el gusto y el olfato están íntimamente ligados, la sensación que experimentamos cuando saboreamos algún manjar, sólo puede ser descrita como la elevación máxima de todo nuestro cuerpo a través de la lengua. Aun así en este proceso intervienen vapores cargados de olores que viajan desde la parte posterior de la boca hasta los receptores olfatorios, que son, en definitiva, los responsables de ésta. Conclusión, el gusto y el olfato son sentidos conectados que, con una buena estimulación, proveen de un éxtasis tan sublime que es difícil de describir.

Muchos erróneamente piensan que el sentido del gusto se manifiesta en la sexualidad solamente a través de los besos. Pues bien, les damos una noticia eso no es así. Si bien, besarse es una forma de sentirse a través de los sabores más primarios del ser humano, el beso no es la única manera que este sentido tiene para manifestarse.

Obviamente, y como bien señala el escritor Rubén Monasterios (El Beso, Gráficas Monfort, 1993) el beso es, sin duda, una de las técnicas amatorias más populares, este tiene también implicaciones trascendentales que la mayoría desconoce. Este autor señala que si bien esta manifestación es propia del ser humano, la misma puede tener su punto de partida en actos de alimentación primitivos, similares a los realizados entre las aves y sus crías. Evidentemente, esta evolucionó y se convirtió en una demostración de afecto que fue por mucho tiempo restringida  a la alcoba por ser considerada impúdica y vulgar.

Las virtudes del buen catador 

Dejando de lado al beso, volvemos a nuestra afirmación inicial: el gusto trasciende más allá del simple beso. Indiscutiblemente para poder llegar a esa certeza hay que tener muy entrenada a su órgano fundamental, la lengua.

“¿Entrenar la lengua?” se preguntarán, pues sí. Al igual que los otros sentidos, y muchas cosas de la vida, el entrenamiento y la práctica hacen la diferencia. Un ejemplo de esto es la habilidad de los catadores de licores.  Esta destreza requiere de concentración, paciencia, capacidad para el disfrute y sobre todo, muchas probaditas. 

Todos podemos convertirnos en excelentes catadores si nos atrevemos a ir más allá de los convencionalismos, porque el gusto tiene mucho que ver también con nuestra capacidad de imaginar y recrear. Cada sabor puede transmitir una reminiscencia, una asociación y adentrar en esa mágica manera de disfrutar es un paso importante para convertirse en un catador amatorio. 

En este sentido sólo hay que atreverse a involucrar a la lengua en el amplio espectro de la sexualidad. Y acá no estamos hablando de estimular genitales o zonas erógenas con  ella, sino que estamos instando a convertir a su pareja en un manjar digno de ser saboreado hasta el final.

El placer de cada plato

La gula es la maximización del sentido del gusto, y aunque en el sentido alimenticio pueda ser perjudicial, en el sexual es definitivamente placentero. Pero como todo hay que empezar por el principio.

«Todos podemos convertirnos en excelentes catadores si nos atrevemos a ir más allá de los convencionalismos, porque el gusto tiene mucho que ver también con nuestra capacidad de imaginar y recrear».

La entrada. Debe ser pequeña y que más allá de satisfacer plenamente, tiene que abrir más el apetito. Aquí es donde el beso es fundamental, y más que el beso, es la forma de darlo. Imagina que tu pareja es un caramelo, de un sabor dulce-cítrico, que mientras más los chupes suavemente más prolongarás su existencia y con ello el placer que se experimenta.

Plato principal. Acá la imaginación debe entrar en acción. No sólo uses la lengua para rozar, empléala para descubrir y saborear. Válete de frutas, siropes, licores, etc., para convertir a tu compañero(a) en un suculento manjar que debe ser devorado cuidadosamente para extender al máximo su degustación. Olvida los genitales, déjalos como postre y concéntrate en lugares que jamás hayas explorado. Te damos unas ideas: las hendiduras entre los dedos de los pies; las axilas; la unión entre el brazo y el antebrazo; el centro de las palmas de las manos, la unión entre el muslo y la pantorrilla, entre otros. Aquí sólo tienes que desechar, como dijimos párrafos arriba, los convencionalismos.

El postre. No se te ocurra darte un atracón. Este plato te lo tienes que comer incluso más despacio que los anteriores. Cada zona erógena y genital paladéala y disfrutarla como si el mundo se fuera acabar. Imagina que es la primera y la última vez, así el goce será mayor, y, por supuesto, la experiencia para ti y para la otra persona será inolvidable. Pero no te conformes con lamer. Muerde (acá tienes que intercalar lo suave y lo fuerte), chupa y besa. La alternatividad de cada uno te lo dará la reacción que obtengas de la otra persona.

Las últimas recomendaciones para adentrarte en esta degustación sensorial son: liberar tu imaginación, encerrar en el más oscuro lugar de tu vida los prejuicios y proponte relamerte del gusto. 

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