HOMOSEXUALIDAD

Amor entre tabúes

PERLA CRESPO-IZAGUIRRE

Lo recuerdo claro. Era una tarde de invierno madrileño en la que una caribeña como yo necesitaba a gritos chocolate, vino, brandy, café o cualquier cosa que le devolviera el calor al cuerpo. Salíamos todos de una película y nos fuimos a refugiar a un sitio muy bonito de esos que abundan en Chueca. Éramos ocho y yo la única hetero, así que entre los ires y venires de las bromas, el asunto saltó a la mesa: “¿cómo es el tema entre ustedes?”. 

Silencio de sepulcro con acompañamiento de miradas cómplices, una gran carcajada y enseguida un… “¿Y qué? ¿Piensas cambiar de bando?”. Sin duda el desenfado español, algo que muchos envidiamos, fue la clave de entrada al conocimiento de una no muy diferente otredad.

Y es que tras la larga conversación de aquella tarde me di cuenta de que la percepción que tenemos muchos sobre la forma de relacionarse de las parejas homosexuales está llena de una multitud de tabúes. Algunos de estos relacionados con una visión muy simplista de la distribución de los roles de género, y otros tantos por la supuesta permisividad que se le endilga al ambiente gay. No obstante, cuando nos adentramos de lleno en el tema y somos lo suficientemente osados para preguntarles a nuestros amigos homosexuales cómo se lían, qué buscan y cuáles son su principales dificultades, entendemos que las diferencias no son muchas, porque al final, como dirían Los Beatles, “all you need is love” .

Otra manera de expresar una energía

Si bien a lo largo de toda nuestra vida la sexualidad nos acompaña, es en la adolescencia, sin dudas, cuando todos los seres humanos nos enfrentamos a ella con mayor fuerza, desde un despertar que nos moviliza y hasta nos aterra. Es esta etapa, en la que ser parte de un grupo es tan relevante como la identificación sexual, es cuando los problemas comienzan y también se pueden solucionar.

«Pero sobre las relaciones gay siempre se cierne una gran pregunta: ¿Quién es el hombre y quién la mujer en la relación? Esto no solo es simplista, sino irrespetuoso, y su usabilidad es desmontada con desparpajo por Jorge Bucay en su libro El camino del encuentro, al señalar que el concepto macho/hembra impuesto desde la dinámica patriarcal de un sistema binario de género, donde el masculino se adjudica al hombre y lo femenino a la mujer, es obsoleto y limitante». 

Por fortuna, con el avance de los tiempos y la ruptura de paradigmas limitantes en muchos ámbitos, muchos especialistas, maestros y hasta padres logran hablar de la homosexualidad con los jóvenes como una expresión más de esa energía primigenia que denominamos sexo. Esto es de gran ayuda para esos chicos y chicas que en el medio del maremágnum hormonal se descubren gays, ya que los empodera, los hace ser más fuertes ante bullyingescolar y menos proclives a ser víctimas de la “indefensión aprendida” que, como señala el psicólogo y activista gay, Gabriel J. Martín, marca la pauta de las relaciones con el entorno. Evidentemente, la juventud de estos tiempos cuenta con un sinfín de prebendas con las que no contábamos hace 20 años. Sin dudas, muchos cuarentones de hoy hubieran agradecido que alguien como Simone de Beauvoir les dijese, palmadi- ta en la espalda mediante que “en sí, la homosexualidad está tan limitada como la heterosexualidad: pues lo ideal sería ser capaz de amar a una mujer o a un hombre, a cualquier ser humano, sin sentir miedo, inhibición u obligación”; de haber sido así, seguro sus tropiezos hubieran sido otros.

El mito de los roles y la permisividad

Las características de las relaciones de pareja del mismo sexo son las mismas que las parejas heterosexuales. Ambos pares se enfrentan a conflictos emocionales, sexuales, etarios y sociales que difieren en la medida en que estén o no compro- metidos con la relación. Tanto es así que hay estudios que aseguran longevidad para quienes viven con parejas estables, independientemente de si son homosexuales o heterosexuales. 

Pero sobre las relaciones gay siempre se cierne una gran pregunta: ¿Quién es el hombre y quién la mujer en la relación? Esto no solo es simplista, sino irrespetuoso, y su usabilidad es desmontada con desparpajo por Jorge Bucay en su libro El camino del encuentro, al señalar que el concepto macho/hembra impuesto desde la dinámica patriarcal de un sistema binario de género, donde el masculino se adjudica al hombre y lo femenino a la mujer, es obsoleto y limitante. 

No hay tal cosa como roles inamovibles en las relaciones de pareja ni hetero, ni gays. Al igual que las relaciones hombre/mujer, las parejas del mismo sexo se distribuyen las cargas, actividades y tareas en casa o fuera de ésta. Pero al haber tanta variedad en las parejas homosexuales y heterosexuales, habrá quien aún se mantenga encasillado en algún “rol”.

Por otra parte, la permisividad que se le endilga a los homosexuales es, según estudios publicados en Psychology Today, producto de prejuicio social, ya que la disposición a la experimentación con múltiples parejas es similar a la de los heterosexuales. 

De amor y arquetipos

Otro de los grandes prejuicios que el común tiene sobre las relaciones gay tiene que ver con lo que los atrae y la manera en que se relacionan. Volvemos acá, una vez más, a la dicotomía macho/hembra que encasilla a los hombres gay como buscadores de efebos amanerados, y a las mujeres homosexuales como ama- zonas sin pechos a la caza de indefensas musas. Nada más erróneo, diría Bucay. Si lejos de los juicios aberrantes entendemos, como la activista por los derechos de la mujer Margaret Fuller, que “aunque lo masculino y lo femenino han sido los dos lados del gran dualismo radical y en realidad siempre se están entremezclando”, será más sencillo ver en la otredad gay un sinfín de imágenes similares a la dinámica heterosexual a la hora de enamorarse. 

¿De qué se enamora un gay o una lesbiana? De lo mismo que se enamora a un heterosexual. De la valentía, la sensualidad, la belleza, el ingenio, la inteligencia, lo físico, lo emprendedor/a, el sentido del humor… en fin, de las cualidades que hay en otro, solo que ese otro es de su mismo sexo. 

Para Erich Fromm el amor es un arte y, como tal, una acción voluntaria que se emprende y se aprende. Si es decisión, elección y actitud, entonces ¿por qué habría de ser distinto cuando se trata de dos hombres o dos mujeres? Al final no tiene nada que ver con un tema de género, sino con apetencias, momentos de vida y necesidades ligadas más a los arquetipos amatorios que describe el psicólogo social canadiense John Alan Lee, en su libro Colors of love

Vemos así como muchos gaystiene relaciones en las que Eros (amor físico/emocional), Ludus (amor como juego) y Stronge (amor compañero) se entremezclan con Manía (amor posesivo/obsesivo), Pragma (amor pragmático) y Ágape (amor espiritual/maternal) dando como resultado experiencias maravillosas o trágicas que duran un día o muchos años. 

En síntesis, y como señalan Robert Sternberg y Helen Fisher pilares de los estudios sobre el amor- la enorme diversidad en los afectos del ser humano y la búsqueda de la pareja son características que nos unifican tanto a heteros como homosexuales-, porque al final, el asunto se reduce a ese simple y escurridizo sentimiento que a todos ataca, sin excepción. 

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