Que si debe ser así; que si con valores como los míos; que si debe ser familiar, en fin, muchas de las cualidades del compañero de nuestros sueños no son garantía de una relación feliz, ¿la razón? Acá te lo contamos…
Hace poco recibí un chiste. Este decía más o menos así: “En Nueva York abrieron un negocio donde las mujeres pueden elegir y comprar maridos. En la entrada del negocio están las instrucciones y las mismas rezan lo siguiente: ‘Puede visitar el negocio una sola vez. Hay seis pisos y las características del hombre mejoran a medida que se sube, pero una vez en un piso no se puede regresar al inferior. BIENVENIDA’.
Una mujer que busca marido decide entrar y visita el primer piso. Al hacerlo ve cartel que dice: ‘Estos hombres tienen trabajo’, la mujer piensa ‘Bien, voy al siguiente piso’. En este se topa con un nuevo aviso: ‘Estos hombres tienen trabajo y aman a los niños’. Ella se detiene y aunque piensa que esto está en los requisitos de su búsqueda, es mejor subir al tercer piso. De nuevo el cartel: ‘Estos hombres tienen trabajo, aman a los niños y son muy bellos’. ‘Guaoooo’- se sorprende, pero decide subir un piso más. En el cuarto lee: ‘Estos hombres tienen trabajo, aman a los niños, son muy bellos y ayudan en las tareas del hogar’. ‘Increíble’- exclama la mujer, pero sintiendo que falta algo más se aventura a subir otro piso.
En el quinto piso, un nuevo cartel le avisa: ‘Estos hombres tienen trabajo, aman a los niños, son muy bellos, ayudan en las tareas del hogar y son extremadamente románticos’.
La mujer está tentada a quedarse allí, este hombre es su ‘tipo’, el ‘ideal’, pero aún así, decide subir al sexto piso y al hacerlo encuentra el siguiente cartel: ‘Usted es la visitante N° 85.676.038 de este piso. Acá no hay hombres. Este piso existe solamente para demostrar que es imposible complacer a una mujer.
GRACIAS POR HABER ELEGIDO NUESTRO NEGOCIO.»
Lo conforme o inconforme no tiene nada que ver con ser mujer y dudo que sea una característica per se de nuestro género –y es que no creo en generalizaciones-, pero este chiste sirve para ilustrar, con un ejemplo divertido, lo inexistente del “hombre ideal” y las frustrantes consecuencias de su infructuosa búsqueda.
El santo grial de las relaciones
Algo que hice para escribir este artículo fue buscar estudios sobre este particular. El resultado fue muy interesante, pues casi todos coinciden en que las cualidades del “hombre ideal” varían dependiendo de la edad de la mujer entrevistada. Estas investigaciones aseguran que cada etapa de nuestras vidas tiene un modelo de hombre y las exigencias para que éste sea el prototipo de nuestros sueños se incrementan en la medida en que nos hacemos más adultas, lo cual quiere decir que el “compañero de ensueño” está sujeto a ciertas condiciones y que suelen evolucionar. Así pues, mientras que las mujeres más jóvenes (de 15 a 25 años) buscan en un compañero que deslumbre a sus coetáneas; las de entre 30 y 40 quieren uno establecido económicamente y las de más de 50 solo alguien con quien divertirse y conversar.
«…encontrarse con esa suerte de santo grial que es para muchas el “hombre ideal” no es garantía de felicidad, porque incluso las teorías esotéricas que hablan de almas gemelas, nos dicen que encontrarla nos pondrá frente una experiencia de crecimiento que pudiese implicar alguna cuota de dolor. «
No obstante, muchas mujeres hablan de querer un compañero ideal sin tener claras las características de éste. A este respecto, es un ejercicio enriquecedor hacer un listado de cualidades deseables en un hombre en la que incluyas de todo: edad, estudios, aspectos físicos, hobbies, etc. Pero, la parte más interesante de esto consiste en hacer un arqueo de las cualidades propias y ver cuáles de ellas están presentes en la primera lista y preguntarse “¿soy mi mujer ideal?”
No me mal entiendan. Ser nuestra mujer ideal no tiene que ver con ser perfectas o con logros sociales e intelectuales. Tiene que ver con el sentirnos contentas y cómodas con quienes somos, lo cual conlleva mucho de autoconocimiento. Esto es importante porque cuando nos conocemos y aceptamos, es más sencillo lidiar con el aspecto en sombra que nos suelen rebotar nuestras parejas. Porque, ¡oh sí! Tu pareja ideal, esa que buscas cercana a tus gustos, que comparta tus creencias, ambiciones y/o valores, también traerá consigo esas cositas molestas que no te gustan de ti misma y que solo logras ver a través de la otredad.
Es por eso que encontrarse con esa suerte de santo grial que es para muchas el “hombre ideal” no es garantía de felicidad, porque incluso las teorías esotéricas que hablan de almas gemelas, nos dicen que encontrarla nos pondrá frente una experiencia de crecimiento que pudiese implicar alguna cuota de dolor. ¿Por qué? Pues porque las idealizaciones irremediablemente conllevan un golpe brutal de realidad para el que no siempre estamos preparadas.
El “hombre ideal” es una trampa que muchas mujeres nos ponemos para no admitir el miedo al compromiso. Poner a otro en un pedestal y exigirle tener toda esa larga lista de cualidades, es poner afuera lo que queremos dentro, y eso, no nos hará dichosas, y tal como la mujer de tienda, luego de su búsqueda impenitente de piso en piso, nos quedaremos sin nada y frustradas.
Con esto no quiero decir que haya que conformarse con el primer espécimen masculino que se encuentre. No. Estoy diciendo que las personas somos imperfectas y abrazar esas imperfecciones, comprenderlas y aceptarlas nos allanará el camino para el encuentro con el compañero de vida, ese que sin ser ideal, es el que posiblemente nos acompañará cómodamente por el transitar de autoconocimiento que debe ser el verdadero amor.
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